martes, 24 de enero de 2017

¿Puede el botox ser la nueva cura contra la depresión?

El mismo tratamiento que borra tus arrugas, también podría mejorar tu estado de ánimo. Según una revisión en el Journal of Psychiatric Research, pruebas clínicas han demostrado que las inyecciones de Botox en las líneas del ceño fruncido, aliviaron la depresión en alrededor de un tercio de los pacientes con la enfermedad. Esto puede deberse a algo llamado propiocepción: cuando el Botox paraliza las fibras nerviosas, esto puede indicar a tus terminaciones nerviosas un alivio en el estrés físico y, como resultado, es posible tener una disminución del estrés emocional, escriben los investigadores.

La toxina botulínica es la sustancia de origen biológico más peligrosa para los seres humanos. Una cantidad 1,000 veces más pequeña que un grano de sal puede matar a una persona. Eso hizo que sus primeros usos fueran como arma biológica. Pero, en dosis aún más pequeñas, se ha demostrado como uno de los mejores aliados del ser humano para mejorar su salud y también en el intento de frenar el envejecimiento. Y se ha demostrado que también combate la depresión.

El mecanismo de funcionamiento de la toxina es tan sofisticado que parece más obra de una mente retorcida que de la naturaleza. Bloquea la liberación de un neurotransmisor, la acetilcolina, encargado de transmitir instrucciones de un nervio a otro. Lo consigue descomponiendo una proteína de las células nerviosas que interviene en la liberación de este neurotransmisor. El resultado es que el músculo se queda sin el estímulo para reaccionar. Y en el organismo humano todo, desde un parpadeo hasta la contracción de la vejiga, necesita de la acción muscular.

Con distintos grados de éxito, la toxina ha demostrado ayudar a combatir la artritis reumatoide, el asma, la migraña, la rigidez muscular tras un ictus, los temblores propios de la esclerosis múltiple o la incontinencia urinaria. No obstante, es el uso cosmético el que ha dado fama al Botox. Desde que en 1997 se probara como remedio temporal contra las arrugas, esta versión de la toxina botulínica de tipo A se ha convertido en un redituable negocio, y para muestra basta un botón: tan sólo en Estados Unidos, desde 2000, su uso ha crecido un 703%.

Ahora, nuevas investigaciones sugieren que el Botox puede tratar la depresión. Aunque suene raro –y un tanto superficial– la conexión deriva de un cuerpo de investigaciones significativo. La idea de que las expresiones físicas de emoción influyen en nuestra experimentación de sentimientos va hasta Charles Darwin –sí, el de la evolución– y su colega William James, quienes estudiaron las emociones tanto en animales como en humanos de varias culturas. En el siglo XIX, ambos naturalistas plantearon una particular teoría de las emociones en la que las expresiones faciales podrían retroalimentar al cerebro, disparando estados emocionales. Ellos se refirieron a los músculos del ceño como los “músculos de la aflicción” y los conectaron con los sentimientos de tristeza. Así, si sonríes, acabas por sentirte bien. Y si frunces el ceño, acabas enojada o triste.

Con ese punto de partida, investigadores estadounidenses han realizado pruebas que demuestran que el Botox podría combatir la depresión. No, no se trata de inyectarlo en el cerebro, el mecanismo sigue los postulados de la teoría de Darwin y James: si pones Botox en el entrecejo –el centro de expresión del enojo, el miedo y la tristeza–, haces que sea más difícil para tu cara expresar una emoción negativa y, por ende, que sea más difícil que tu cuerpo la sienta. No lo hace imposible, pero sí juega un papel importante a nivel psicológico.

Por supuesto, como con cada medicina, hay potenciales efectos secundarios. En este caso, el riesgo es que podría ser un poco más difícil llorar y sentirte triste, pero si estás deprimida, eso es lo que deseas.


Debe recordarse que, debido a que hay muy pocas investigaciones sobre el tema, es demasiado pronto para sugerir que el Botox podría ser el próximo tratamiento para la depresión. Además, hay que considerar cuán duraderos serían los efectos del Botox tanto a nivel físico como emocional y qué consecuencias podría dejar a nivel psíquico (como la adicción al Botox que parecen tener muchas celebridades). Sin embargo, es tan intrigante la conexión mente-cuerpo que sugieren los resultados, que tal vez podría abrir nuevos caminos para aliviar los síntomas depresivos.



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